Inteligencia Artificial: ¿Estamos listos como sociedad para convivir con ella?

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Hoy en día cada vez son más los casos en que se ve y se escucha sobre la inteligencia artificial. Las conversaciones sobre este tema están mucho más masificadas que hace un tiempo, las noticias de ChatGPT, o imágenes realizadas por máquinas de manera digital están mucho más presente en lo cotidiano.

 

¿Pero qué es la inteligencia artificial? Según el sitio web de IBM, en el año 1950, Alan Turing planteaba: “¿pueden pensar las máquinas? incógnita de la que se desprende la “prueba de Turing”, donde un interrogador humano busca saber si las respuestas sobre algún tema son hechas por una máquina u otro humano.

Posteriormente, en 1995, los científicos Stuart Russell y Peter Norvig publicaron “Inteligencia artificial: un enfoque moderno”, libro referente del tema, donde identifican sistemas con enfoque humano, los cuales actúan y piensan como uno. Y los sistemas con enfoque racional, que piensan y actúan racionalmente.
 

Dicho de otro modo, según la Unión Europea, la inteligencia artificial (IA) es un área de la informática enfocada en crear sistemas que realicen tareas que requieran inteligencia humana, como el aprendizaje, razonamiento y percepción. Dichos sistemas pueden percibir su entorno, razonar sobre el conocimiento, procesar la información derivada de los datos y tomar decisiones para lograr un objetivo dado.

Como queda en evidencia, la inteligencia artificial ya tiene varios años de estudio por parte de los científicos. Lo que sí es nuevo son los distintos usos que se le han dado en la actualidad . En este aspecto, algunas de las principales aplicaciones de la IA son la tecnología, medicina, educación, marketing y publicidad, detección de fraudes en la banca bursátil, motores de búsqueda, servicio al cliente, entre otros.
 

Dentro de los beneficios más comunes está la asistencia a personas a través de smartphones u ordenadores. Desde el campo de la salud, se busca implementar en el análisis de grandes cantidades de datos para encontrar patrones y adelantar descubrimientos médicos, previniendo ciertas enfermedades. Y en el ámbito educativo, la IA puede generar propuestas personalizadas de cursos y analizar las competencias de los estudiantes a través de learning analytics para conocer sus necesidades educacionales. 

Sumado a lo anterior, también se pueden encontrar beneficios dentro del mismo internet, como los motores de recomendación, que, en base al comportamiento de búsquedas del usuario, puede entregar recomendaciones de diversos productos o información. Además del reconocimiento facial.

Por otra parte, se presentan peligros, como el aumento del desempleo al reemplazar puestos de trabajo humano. También preocupa el sesgo en los algoritmos al trabajar con información incompleta o poco representativa, generando manipulación de la opinión pública. Lo anterior entra en los dilemas éticos y morales, como la privacidad, seguridad y responsabilidad.

En referencia a este último punto, el creador y coordinador del Programa Sociedad de la Información de la comisión regional de la CEPAL, Martin Hilbert, indica que “ya llegamos un poco tarde. Eso ya lo hemos superado. Lo conectamos a internet abierto, ChatGPT y Microsoft están integrados con Bing”. Además, desde los inicios fue contrario a que la IA aprendiera a programarse a sí misma y estuviese a disposición de niños o personas sin el conocimiento adecuado. Dado que el flujo de información que se encuentra en internet ya cuenta con problemas ético morales, pues muy pocas veces alguien se hace cargo de lo que está en la red.
 

Bajo esta premisa, varios países han tomado medidas para dar una regulación a su uso y aplicaciones. Estados Unidos, ha tomado partido por los temas relacionados a patentes y propiedad intelectual. La unión europea ha tomado como principal aspecto la ciberseguridad y privacidad de la información. En esta parte del mundo, México, Argentina y Perú, entre otros, también están tomando medidas.

Por su parte, Chile, se ha enfocado en el uso ético de la IA, también presentó una norma relacionada con el uso ético, y así asegurar la protección de los derechos fundamentales. El método califica los riesgos de cada modelo de Inteligencia Artificial, sumado a los permisos que deberán pedir los proveedores para operar en el territorio.

Sin duda, la Inteligencia Artificial ya está entre nosotros, y quizás ya pasó el tiempo de coartar su evolución. Pero la sociedad, aún puede poner límites a quienes la utilicen, teniendo como base una legislación que los haga responsables. Es nuestro deber seguir diferenciándonos de las máquinas, cultivar aún más nuestras habilidades blandas, los sentimientos, la comunicación, esa fragilidad que nos hace humanos, pues la IA, todavía no logra tener alma. 

– Revista Melidatos