Tal como en nuestra edición pasada, seguimos profundizando en las neurodivergencias, esta vez conversamos con Magdalena Constenla neuróloga infanto juvenil sobre el Trastorno del Espectro Autista (TEA), pues este 2 de abril es el día internacional de esta condición, pero antes dejamos información sobre el TDAH. Además, al final de esta nota podrás ver un cuadro comparativo para saber cómo diferenciarlas.
Debemos recordar que en el caso del TDAH el niño se puede sentir inseguro y disminuido por no lograr concretar tareas en específico, ya que hay una disfunción de la corteza ejecutiva, lo cual no permite llevar la concentración a tareas menos llamativas ni planificar adecuadamente el tiempo y acciones. Este sentimiento puede derivar muchas veces en baja autoestima, por lo que se debe poner atención a estos síntomas.
En esta línea, una alternativa para mejorar el rendimiento en las diversas tareas que realice el niño durante su día, es bajar los estímulos de las pantallas, ya sea televisión, videojuegos y/o celulares. La idea es ofrecerle alternativas más dinámicas en las que tenga que resolver problemas de baja complejidad y ejecute mayores esfuerzos cognitivos. Además, se puede entregar una recompensa si logra la tarea con éxito, la cual debe ser de su gusto para aumentar la motivación, estas pueden ir desde comida hasta los mismos videojuegos, dependiendo del niño en particular.
¿Pero qué sucede con el TEA? La neuróloga Magdalena Constenla, parte del equipo de Centro Emey, nos ayuda a aclarar dudas.
Uno de los principales aspectos que se debe tener en cuenta sobre el TEA, es que este se ubica dentro de los trastornos del neurodesarrollo, expone la profesional, es decir, acompañará al niño en su crecimiento y desarrollo, “no es que irás a terapia y se te va a quitar”. Su característica principal es la falta de flexibilidad del pensamiento, lo que no permite al niño comprender los diferentes contextos al momento de socializar. A lo anterior se suma muchas veces la poca expresividad facial al comunicarse. Todo esto se define científicamente como una condición poligénica multifactorial.
Al presentarse este trastorno, se pueden identificar diversas manifestaciones, como una condición primaria o única, o una condición secundaria que forma parte de un síndrome genético mayor, los últimos, según Magdalena, pueden asociarse a otros síntomas y signos junto a discapacidad intelectual y son casos más complejos de tratar. En esta misma línea, los trastornos del ánimo asociados al TEA son más evidentes en mayores de 10 años, aunque pueden verse también en niños más pequeños. Si se presentan, el manejo por psiquiatría infantil es fundamental, ya que estos son los que tratan, manejan y diagnostican trastornos del ánimo asociados a TEA.
En la mayoría de los casos de TEA se ven comprometidos en algún grado aspectos lingüísticos y sociales. Pero lo transversal es la rigidez del pensamiento. “El componente habitual es no comprender completamente el contexto comunicacional, por ejemplo, no entender que se está hablando en broma y ofenderme. También hay un uso de palabras poco frecuentes y un tono de voz con pocas inflexiones, mucho más neutro, una prosodia particular. Una segunda área afectada es la socialización que puede ocurrir en extremos, o no comparte con nadie o todos son amigos aún cuando recién los conoce, porque no hay límites. Ejemplo, sociabilizar cosas íntimas con todo el mundo, o en su defecto, no sociabilizar con nadie”. Los rasgos variarán en menor o mayor grado, pero siempre se encuentra la inflexibilidad en el pensamiento.
Respecto a las causas que producen esta condición, aún no hay una certeza concreta, pero hay dos constantes que se han conocido gracias a estudios científicos: los bebés nacidos prematuramente y que pesan menos de 1 kilo y medio, pues, según los resultados, alrededor del 80% de la muestra al llegar a los 11 años evolucionó dentro del espectro autista sin importar características familiares o ambientales. Este también es un antecedente a saber y preguntar al momento de la consulta médica.
Dados los factores mencionados, es necesario que los papás presten atención a todos los hitos del desarrollo de los niños, no solo al caminar y al hablar; sino que ver sus reacciones, como muestra sus emociones, como evoluciona a cada año. Incluso los bebés ya dan señales, como el poco o nulo contacto visual al momento de ser amamantado.
Otro punto a observar son los juegos, ¿a qué juega y cómo juega? “Pintar no es un juego, ordenar no es un juego, estar en el celular no es un juego. ¿Cómo juega con los demás niños, en ese momento está socializando y compartiendo, o sólo está corriendo alrededor de ellos? Entonces ¿entiende el juego?, esa es una pregunta que uno se debe hacer como padre”.
También es ideal que los papás busquen que el tiempo que pasen con el niño sea de calidad. “Estar con el teléfono mientras meso al bebé, no es estar con él, es estar con mi celular, aunque no le pasa nada. Ahí es cuando el niño también aprende que no tiene por qué mirar”.
Por otra parte, respecto a la sociabilización en la sala de clases, expone: “si un niño llega contando que tiene un compañero autista, lo ideal es preguntarle a él que sabe y que entiende sobre el autismo, y desde ahí perfilar la información y explicarle”. Además, agrega que: “se le puede aconsejar diciéndole que, como a él le cuesta más, debe tenerle paciencia a su compañero, pero si se siente incómodo se puede alejar un ratito o ir a jugar con otros niños. La idea es dejarle en claro que es un niño normal y puede jugar con él”.
Además, al ser consultada por su perspectiva sobre la ciudad de Melipilla ante los casos de TEA, comentó: “está pasando lo mismo que a nivel mundial, pues los casos han ido en aumento por distintos factores, de hecho, el Centro de control de enfermedades de Estados Unidos, publicó en marzo de 2023 una incidencia en que 1 de 36 niños es autista, esto entre 1 y 8 años. En este sentido uno de los mayores impulsores de este aumento fue la cuarentena, pues ayudó mucho a que los padres identificaran síntomas y consultaran, y otros muchos pacientes tuvieron dificultades marcadas al tener que flexibilizar para volver a la vida en sociedad al finalizar ese periodo”.
Para finalizar, Magdalena recomienda que si el niño tiene un atraso en un área del desarrollo se debe consultar a un profesional, no hacer conjeturas propias. Lo ideal es consultar a su pediatra, ir al neurólogo o psiquiatra infantil para salir de la duda. Además. mientras antes mejor. Pues hoy en día también se pueden ver adultos que no fueron diagnosticados y viven con esta condición “El problema es que mientras más leve sea el espectro, más desapercibido pasa y puede confundirse con otras condiciones médicas”, asegura la neuróloga.
– Revista Melidatos